viernes, 20 de marzo de 2015

La copa de la felicidad

La vida es una copa plena de felicidad, pero nunca se te da llena. Te dan un sorbito de vez en cuando, un sorbito que tienes que ir llenando gota a gota todos los días, para sobrevivir. No te la pases agitando tus desgracias, pronosticando tragedias imaginarias, asustado por posibles males que a lo mejor no llegan nunca. Nacemos para luchar por la felicidad... casi para crearla, para hacerla a pesar de la tristeza, los desencantos, los errores, las malas jugadas y los irremediables imprevistos. La felicidad no se va buscando en bienes y placeres. Se actúa bien y ella sola se nos va presentando. La felicidad no es estar añorando y extrañando todo lo que nos falta sino encajar en todo lo que tenemos. No vendas tu felicidad...¡regálala! No busques para ella fórmulas sencillas ni baratas... Cuesta trabajo, son caros los ingredientes: Compartir lo que tienes Amar sin exigencias Perdonar sin cicatrices Aceptar sin perfecciones Agradecer lo que te dan ¡Y no rendirte nunca! Todo tiene que ir armonizando...... Del panal, un poquito de miel Del mar un poquito de sal De la vida un toquecito de optimismo De la imaginación, algo de sueño Del dolor, algo de raíz ¡ Y de la fe, algo de roca! No somos felices, porque no sabemos como llenar nuestra copa, porque no sabemos dar a la vida un máximo de calidad y rendimiento, porque miramos al mundo como un esclavo, al camino empedrado como un imposible, a la mala suerte como una sombra que nos persigue, ¡ al ideal como algo inalcanzable ! No olvides que la más linda manera de ser Feliz es ocuparse de que otros lo sean. Da mucho de ti mismo y la felicidad llegará SOLA Llena tu copa...! y salda tu cuenta siendo Feliz.

Sueño

Una vez en el lugar mas hermoso del universo vivía un niño llamado Sueño, el cual anhelaba crecer y conocer otros mundos. Sueño se lo pasaba por allá en lo alto, por las nubes jugando y jugando todo el día. Una vez Sueño se dio cuenta que el no crecía como crecían sus amigos, además empezó a sentirse muy débil y poco a poco perdió sus ganas de jugar. Un gran día, llegó un mensajero que llevaba consigo un maletín muy especial que contenía alimentos para así fortalecer y hacer crecer a Sueño. Desde el mismo instante en que aquel mensajero llegó, Sueño empezó a sentirse mejor y mejor, ya que cada día aquel mensajero lo alimentaba con aquellos manjares. Muchos caldos de constancia con fuerza, platos muy nutritivos de voluntad y trabajo, postres echos a base de paciencia, fantásticos jugos hechos con decisión y lo más importante, lo trataba con mucha confianza. Sueño creció y creció, y llegó a dejar de ser Sueño para convertirse en META y, claro que siguió jugando pero ya no por las nubes, sino aquí en la tierra, cada día conoció más mundos, mundos como la felicidad y la satisfacción, y un día no muy lejano, Meta dejó de ser Meta y se transformó en REALIDAD...

La receta de la felicidad

1 Kilogramo de recuerdos infantiles. 2 Tazas de sonrisas. 2.5 Kilogramos de esperanzas. 100 Gramos de ternura. 5 Latas de cariño. 40 Paquetes de alegría. 1 Pizca de locura. 8 Kilogramos de amor. 5 Kilogramos de paciencia. MODO DE PREPARACIÓN: 1.- Limpia los recuerdos, quitándoles las partes que estén echadas a perder o que no sirvan. Agrégale una a una las sonrisas, hasta formar una pasta suave y dulce. 2.- Ahora, añade las esperanzas y permite que repose, hasta que doble su tamaño. 3.- Lava con agua cada uno de los paquetes de alegría, pártelos en pequeños pedacitos y mezcla con todo el cariño que encuentres. 4.- Aparte, incorpora la paciencia, la pizca de locura y la ternura cernida. 5.- Divide en porciones iguales todo el amor y cúbrelos con la mezcla anterior. 6.- Hornéalas durante toda tu vida en el horno de tu corazón. 7.- Disfrútalas siempre con toda tu familia... con el sabor de lo nuestro. Consejo: Puedes agregar a la mezcla anterior dos cucharadas de comprensión y 300 gramos de comunicación para que esta receta te dure para siempre.

Supermercado en el Cielo

Cierta vez, caminando por la vida vi un letrero que decía: Supermercado del Cielo. Entré, y un ángel, dándome un changuito, me dijo: Acá se vende todo lo que necesitás. Comprá con buen criterio y con inteligencia. Primero compré paciencia. También amor, que estaba en el mismo estante, y comprensión, ubicada un poco más abajo. Puse dos cajas de sabiduría y dos bolsas de fe. Después perdón, fuerza y coraje porque me parecieron fundamentales. Ya casi tenía lleno el carrito cuando me acordé de que necesitaba gracia. Tampoco podía dejar de llevar salvación, que la ofrecían como promoción especial a todos los que habían elegido correctamente más de cinco artículos. Decidí ir a pagar y en el camino vi oración y la puse en mi carro repleto. Paz y felicidad se ofrecían en atractivos exhibidores junto a la caja. Las tomé con una buena dosis de alegría, de servicio y de solidaridad. Por fin, pregunté a la cajera: ¿Cuánto es? Ella sonrió y me contestó: Buena elección, llevá todo donde sea que vayas. Sí, bueno, pero...¿cuánto es? Ella respondió: No te preocupes, Jesús ya pagó por tus deudas hace mucho tiempo... Ahora te necesita y te está esperando...

La bolsa de agua caliente

Una noche yo había trabajado mucho ayudando a una madre en su parto; pero a pesar de todo lo que hicimos, murió dejándonos un bebé prematuro y una hija de dos años. Nos iba a resultar difícil mantener el bebé con vida porque no teníamos incubadora (¡no había electricidad para hacerla funcionar!), ni facilidades especiales para alimentarlo. Aunque vivíamos en el ecuador africano, las noches frecuentemente eran frías y con vientos traicioneros. Una estudiante de partera fue a buscar una cuna que teníamos para tales bebés, y la manta de lana con la que lo arroparíamos. Otra fue a llenar la bolsa de agua caliente. Volvió enseguida diciéndome irritada que al llenar la bolsa, había reventado. La goma se deteriora fácilmente en el clima tropical. "¡Y era la última bolsa que nos quedaba!", exclamó, y no hay farmacias en los senderos del bosque". "Muy bien", dije, "pongan al bebé lo más cerca posible del fuego y duerman entre él y el viento para protegerlo de éste. Su trabajo es mantener al bebé abrigado". Al mediodía siguiente, como hago muchas veces, fui a orar con los niños del orfanato que se querían reunir conmigo. Les hice a los niños varias sugerencias de motivos para orar y les conté lo del bebé prematuro. Les dije el problema que teníamos para mantenerlo abrigado y les mencioné que se había roto la bolsa de agua caliente y el bebé se podía morir fácilmente si tomaba frío. También les dije que su hermanita de dos años estaba llorando porque su mamá había muerto. Durante el tiempo de oración, Ruth, una niña de 10 años oró con la acostumbrada seguridad consciente de los niños africanos: "Por favor Dios", oró, "mándanos una bolsa de agua caliente. Mañana no servirá porque el bebé ya estará muerto. Por eso, Dios, mándala esta tarde". Mientras yo contenía el aliento por la audacia de su oración la niña agregó: "Y mientras te encargas de ello, ¿podrías mandar una muñeca para la pequeña, y así pueda ver que Tú le amas realmente?" Frecuentemente las oraciones de los chicos me ponen en evidencia. ¿Podría decir honestamente "Amén" a esa oración? No creía que Dios pudiese hacerlo. Sí, claro, sé que Él puede hacer cualquier cosa. Pero hay límites, ¿no? Y yo tenía algunos grandes "peros". La única forma en la que Dios podía contestar esta oración en particular, era enviándome un paquete de mi tierra natal. Había ya estado en África casi cuatro años y nunca jamás recibí un paquete de mi casa. De todas maneras, si alguien llegara a mandar alguno, ¿quién iba a poner una bolsa de agua caliente? A media tarde cuando estaba enseñando en la escuela de enfermeras, me avisaron que había llegado un auto a la puerta de mi casa. Cuando llegué, el auto ya se había ido, pero en la puerta había un enorme paquete de once kilos. Se me llenaron los ojos de lágrimas. Por supuesto no iba abrir el paquete yo sola, así que invité a los chicos del orfanato a que juntos lo abriéramos. La emoción iba en aumento. Treinta o cuarenta pares de ojos estaban enfocados en la gran caja. Había vendas para los pacientes del leprosario y los chicos un poco aburridos. Luego saqué una caja con pasas de uvas variadas, lo que serviría para hacer una buena tanda de panecitos el fin de semana. Volví a meter la mano y sentí... ¿sería posible? La agarré y la saqué... ¡Sí, era una bolsa de agua caliente nueva! Lloré... Yo no le había pedido a Dios que mandase una bolsa de agua caliente, ni siquiera creía que Él podía hacerlo. Ruth estaba sentada en la primera fila, y se abalanzó gritando: "¡Si Dios mandó la bolsa, también tuvo que mandar la muñeca!" Escarbé el fondo de la caja y saqué una hermosa muñequita. A Ruth le brillaban los ojos. Ella nunca había dudado. Me miró y dijo: "¿Puedo ir contigo a entregarle la muñeca a la niñita para que sepa que Dios la ama de verdad? Ese paquete había estado en camino durante cinco meses. La había preparado mi antigua profesora de religión, quien había escuchado y obedecido la voz de Dios que la impulsó a mandarme la bolsa de agua caliente, a pesar de estar en el ecuador africano. Y una de las niñas había puesto una muñequita para alguna niñita africana cinco meses antes en respuesta a la oración de fe de una niña de diez años que la había pedido para esa misma tarde. Esto nos habla de la fuerza que tiene la oración que se hace con fe y confianza. Y tú, ¿tienes esa confianza?... ¿Tienes esa actitud cuando oras?

jueves, 19 de marzo de 2015

El Vaso de leche

Un día, un muchacho pobre que vendía mercancía de puerta en puerta para pagar sus estudios universitarios, encontró que solo le quedaba una simple moneda de diez centavos , y tenía hambre. Decidió que pediría algo de comer en la proxima casa. Sin embargo, sus nervios lo traicionaron cuando una encantadora mujer joven le abrió la puerta . En lugar de comida, pidió un vaso de agua. Ella pensó que el joven parecía hambriento, así que le trajo un gran vaso de leche. El lo bebió despacio y entonces le preguntó: ¿Cuánto le debo? ----No me debes nada hijo, contestó ella.---Mi madre siempre nos enseñó a ser caritativos con los que nos necesitan... El le dijo: ¡Entonces, se lo agradezco de todo corazón! Cuando Howard kelly se fué de aquella casa, no solo se sintió más animado, sino que tambien su fé en Dios y en los hombres era más fuerte. El había estado a punto de rendirse y dejar los estudios por las penurias. Unos años después, esa mujer enfermó gravemente. Los doctores locales estaban preocupados. Finalmente la enviaron a la gran ciudad. Llamaron al Dr. Howard Kelly para consultarle . Cuando éste oyó el nombre del pueblo de donde venía la paciente, una extraña luz y una grata sensación llenaron sus ojos. Inmediatamente el Dr. Kelly subió del vestibulo del hospital a su cuarto. Vestido con su bata de doctor, entró a su cuarto. Caprichos del destino, era ella, la reconoció enseguida. Regresó al cuarto de observación determinado a hacer lo mejor posible para salvar su vida. Desde ese día, el prestó la mejor atención a este caso, fué operada a corazón abierto y su recuperación fué dura.... Después de una larga lucha, ¡ella ganó la batalla...! ¡Estaba totalmente recuperada..! Como ya la paciente estaba sana y salva, el Dr. Kelly pidió a la oficina de administración del hospital que le enviaran la factura total de los gastos para aprobarla. El la revisó y firmó. Además escribió algo en el borde de la factura y la envió al cuarto de la paciente. Ella temía abrirla porque sabía que le tomaría el resto de su vida para poder pagar todos los enormes gastos de una operación así... Finalmente, la abrió y algo llamó su atención. En el borde de la factura leyó estas palabras... "Pagada por completo hace muchos años, con un vaso de leche". Lágrimas de alegría inundaron sus ojos y su feliz corazón bendijo al doctor por haberle devuelto la vida..... NO DUDES DE QUE RECOGERAS LO QUE SIEMBRES........ No existe la casualidad ....existe la invisible mano del destino que devuelve a cada uno lo que dió.....

El collar de perlas

Teresa era una linda niña de cinco años de ojos relucientes. Un día mientras ella con su mamá visitaban la tienda, Teresa vio un collar de perlas de plástico que costaba 2.50 dólares. ¡Cuánto deseaba poseerlo! Preguntó a su mamá si se lo compraría, y su mamá le dijo: Hagamos un trato, yo te compraré el collar y cuando lleguemos a casa haremos una lista de tareas que podrás realizar para pagar el collar, ¿está bien? Teresa estuvo de acuerdo, y su mamá le compró el collar de perlas. Teresa trabajó con tesón todos los días para cumplir con sus tareas. En poco tiempo Teresa canceló su deuda. ¡Teresa amaba sus perlas! Ella las llevaba puestas a todas partes: al kinder, a la cama, y cuando salía con su mamá. Teresa tenía un padre que la quería muchísimo. Cuando Teresa iba a su cama, él se levantaba de su sillón favorito para leerle su cuento preferido. Una noche, cuando terminó el cuento, le dijo: "Teresa, ¿tú me quieres?", "¡OH!, sí papá". "Entonces, regálame tus perlas," le pidió él. "¡OH, papá! No mis perlas," dijo Teresa. "Pero te doy a Rosita, mi muñeca favorita. ¿La recuerdas?, tú me la regalaste el año pasado para mi cumpleaños. Y te doy su ajuar también, ¿está bien, papá?", "¡OH!, no hijita, está bien, no importa", dándole un beso en la mejilla. "Buenas noches, pequeña". Una semana después, nuevamente su papá le preguntó al terminar el diario cuento: "Teresa, ¿tú me quieres?", "¡OH, sí papá, ¡tú sabes que te quiero!", le dijo ella. "Entonces regálame tus perlas". "¡OH, papá! No mis perlas; pero te doy a Lazos, mi caballo de juguete. Es mi favorito, su pelo es tan suave y tú puedes jugar con él y hacerle trencitas". "¡OH!, no hijita, está bien," le dijo su papá en la mejilla, "Felices sueños." Algunos días después, cuando el papá de Teresa entró a su dormitorio para leerle un cuento, Teresa estaba sentada en su cama y le temblaban los labios. "Toma papá" dijo, y estiró su mano. La abrió y en su interior estaba su tan querido collar, el cual entregó a su padre. Con una mano él tomó las perlas de plástico y con la otra extrajo de su bolsillo una cajita de terciopelo azul. Dentro de la cajita había unas hermosas perlas genuinas. Él las había tenido todo este tiempo, esperando que Teresa renunciara a la baratija para poder darle la pieza de valor. Y así es también con nuestro Padre Celestial. Él está esperando que renunciemos a las cosas sin valor en nuestras vidas para darnos preciosos tesoros. ¿No es bueno el Señor? Esto me hace pensar las cosas a las cuales me aferro y me pregunto: ¿qué es lo que Dios me quiere dar en su lugar? Y a ti... ¿QUÉ TE DICE el Señor?: